viernes, 25 de julio de 2008



Desvelo in Matria:

Matria viene de la palabra Mater, en Latín Madre. Se apareja al complemento genérico Pater, latín Padre, del cual proviene Patria.

Para acercarnos a este nombre debemos entender la Matria como esta nueva concepción del espacio que nos acoge y nos cría, no es una Madre Patria, sino una Matria. Es la Matriz que nos convoca como mujeres en este mundo. Independiente de nuestras tendencias, espirituales, sexuales, políticas, tenemos un origen matríztico que buscamos al hacer danzar el vientre.

En sus inicios la danza del parto, danza de la fertilidad, o danza de la hipnosis fue un ritual para conectar a las mujeres desde su centro más vital, el vientre. En muchas culturas la mujer se vio opacada por el patriarcado, por lo que el núcleo femenino ha debido buscar herramientas para emanciparse, o lograr tener influencia en el otro dominante, sin dejar de hacer creer al grupo masculino que ellos tenían el poder. Por ello se han considerado hechiceras, mujeres malditas o fatales, pues la sensualidad que irradia el vientre fértil de una mujer ha provocado el deseo y el odio de muchos hombres.

Para muchos la danza del vientre es simple sensualidad. Y lo es. Es eso y muchísimo más. Pero claro que conlleva un despertar de sentidos y deseos, pues la mujer en conexión con su vientre es un ser en extremo atractivo e inentendible para otro ser. Pero también puede ser un motor para la fertilidad de los deseos en mi vida, y puede ser una flor que fertiliza mi paz interior, mi belleza y mi equilibrio. También puede ser pasión avasalladora cual huracán sin sentido. Puede ser el canal para desviar la energía que nos daña, y puede ser la terapia para encontrarme nuevamente. Puede ser el rito para endulzar la concepción de un hijo o hija, o puede ser el amor bello entre dos amigas.

La danza de los siete velos puede ser vista y desarrollada desde el punto de vista patriarcal: como una mujer esclavizada sexualmente, que se desnuda por dinero para el placer de los hombres que la observan, que no sienten nada más que atracción física por ella; o desde el punto de vista matriarcal: como una mujer que goza con el poder y la energía de su cuerpo y se desnuda para doblegar los ojos que la observan y así tener esos ojos bajo su poder matríztico.

El poder matrízco puede ser mal entendido y mal utilizado. Es ese “arte de la coquetería” que han necesitado muchas mujeres desde hace siglos, para conseguir objetivos. Antiguamente porque no tuvieron acceso al cultivo intelectual, y a muchas esferas, de la misma forma que los hombres, y hoy en día porque no han logrado el equilibrio entre la virtud de la inteligencia intelectual y la virtud de la belleza física. Es la mujer que ha sido criada y guiada por el sistema Patriarcal, pues es una forma que les ha dado frutos, debido a la debilidad masculina frente a esta herramienta. El logro de poder matríztico es un arma de doble filo que utilizan mal muchas mujeres que no lo ocupan con amor. Yo puedo utilizar el poder matríztico como un regalo para mi familia o mi pareja, con amor; como un centro energético de mi misma, con inteligencia; o para combatir la negatividad que nos invade, con fuerza. Es un poder que se retroalimenta con otro poder, ya sea de un ser masculino o femenino, colectivo o individual. No es solo el baile, es la creatividad, la armonía entre cuerpo, mente y espíritu, es alegría, tal vez es seriedad y concentración. No es una buena forma de usar este poder esclavizar a través de la femineidad.

La concepción de Poder es peligrosa por esta acepción escalvizadora que le ha dado el patriarcado, pero puede ser igualmente peligrosa si el matriarcado no desteta a sus amamantados. El desequilibrio del poder es el desequilibrio de la inteligencia, del instinto y de la energía.

El instinto femenino ha sido relegado una sola esfera: la maternidad, por ello que la mujer tuvo que desequilibrarse y buscar con feminismo una reconstitución exacerbada de su imagen como género. El instinto femenino re-surgió de diferentes maneras llamadas “liberales” que únicamente han sido muestras profundas de lo diversa que puede ser la mujer como género. El desequilibrio en este caso no ha sido negativo para todas las mujeres, pues es una forma de readecuación al entorno, que ha dado resultados, pero ha resultado primordialmente negativo para el orden masculino reinante, pues muchos no han sido capaces de llenar estos “vacíos” que ha dejado la “nueva” mujer.

Pero ¿Cuál ha sido la postura crítica al respecto? Solo los más conservadores, hijos de la sociedad imperante por siglos, han dado su punto de vista con crítica, intentando calmar a la mujer, culpándola por dejar a los hijos sin supervisión necesaria, como si el padre no tuviese instinto ni inteligencia para complementar su rol natural paterno.

Quizás hace falta una postura crítica desde el matriarcado actual, para revisar si estamos en buen camino, si hemos sido capaces de reeducar nuestro entorno en este cambio, de sensibilizar al hombre e impregnarlo de nuestra matriz, para que sea capaz de considerarse amplio y complementario, y no rígido y homocéntrico. Para que no se sienta abandonado, buscando a su propia madre por siempre, amenazado, inseguro de su virilidad, culpable de femicidio.

Debemos ver si acaso hemos sido capaces de asumir una nueva forma de paternidad-maternidad compartida, y de aceptar que hay mujeres que no son instintivamente madres, por lo que deben abstenerse de serlo. Analizar cómo vivo mi poder femenino, si es con lucha y altanería, para mi propio beneficio personal, como ha tenido que ser para muchas, para poder recuperar el verdadero espacio que le pertenecía a la mujer. O ya con mayor reflexión, con una consigna que implique educar, que gane espacios y no que los pierda a manos de conservadores, homicidas o machistas. Una consigna que incluya y no que excluya. A todos en sus diversas formas, incluso a aquellos que más nos cuesta incluir. Monárquicos, irracionales, ortodoxos, existenciales.

Dentro del concepto de inclusión es importante recordar que la pareja también se da fuera del núcleo masculino-femenino, sobretodo por la excesiva contienda entre géneros. El amor y la atracción entre seres de un mismo sexo es parte de un refugio genético y/o psicológico ante el fracaso del proyecto familiar como núcleo social. Siempre ha existido el exceso de dominaciones negativas en la pareja, a lo largo de siglos de imposición de roles que han llevado a la naturaleza a buscar nuevas formas de protegerse, resguardarse de la proliferación de fracasos.

En un estudio acerca del posible origen de la homosexualidad animal, se descubrió que para controlar la población, el Pingüino Emperador macho busca una pareja de su mismo sexo y empollan piedras. Lo hacen con el mismo cuidado y cariño que vemos entre parejas de ambos sexos, así mantienen el ciclo de supervivencia, el rito de apareamiento y se sienten igualmente acompañados, cumpliendo con su instinto de unión y procreación, pero de manera simbólica e infértil.

La femineidad lésbica inquieta a quienes las definen fuera del concepto “real” de mujer, pero sabemos que es una de las tantas formas de ser mujer que surgen en este mundo, y es imprescindible lograr ese momento en que ya no sea consigna de lucha la búsqueda de un espacio digno del lesbianismo en la sociedad. La feminidad masculina también inquieta, sobretodo al propio hombre que la conoce. Para muchos es un secreto, para otros es una virtud que complementa su virilidad, o tal vez una consigna de sensibilidad y estética para la homosexualidad.

La idea es liberarse de la concepción peyorativa que contienen muchos de los conceptos manejados aquí. Para ello debemos desvelarnos, dejar de combatir con nuestros velos y danzar con ellos, lanzarlos lejos, ir a buscarlos, manejarlos, observarlos, cuidarlos, pero no divinizarlos, rebelarnos contra ellos, pero no asesinarlos. Convivir con los velos sin dejar que te oculten ni que te absorban, que no sean tu cruz ni tu bandera de lucha, si no tu motivación para moverte.

De la misma manera queremos quitarles el velo a nuestros espectadores, ese velo que los hace pensar que deben seguir siendo lo que son, desvelar la idea de que fuimos construidos por nuestra sociedad y debemos estar en ella, con ella o contra ella, danzar con los velos que veíamos como motivo de furia, apoderarse del ritmo y del poder en sí, ser más que yo misma y más que el poder, más que un género y que un concepto. Dejar atrás la clasificación, aunar ideas, fusionar y mezclar, experimentar con el todo, el caos y el orden, la contracción y la distensión, el dharma (lo mejor que sé hacer, mi aporte) y el karma (lo peor que he hecho, mi herida) liberarla, el bien y el mal, desarmar las polaridades y volver a ellas. Ser desde el cuerpo, ser desde el alma, ser desde la mente y desde el cosmos un mismo desvelo in matria.

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